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Natalia Curonisy

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¿Eres el Problema o la Solución?

November 1, 2025 Natalia Curonisy

Hay algo profundamente inquietante en vivir una época donde tenemos más acceso a información que nunca, pero confiamos menos en quienes la proveen. Donde las instituciones que prometieron protegernos se sienten más lejanas que las estrellas. Donde seis de cada diez personas caminan por el mundo cargando un resentimiento silencioso contra el sistema que les rodea.

Pero aquí está la pregunta incómoda que nadie se atreve a hacer: ¿Y si nosotros somos parte del problema?

El Edelman Trust Barometer 2025, que encuestó a más de 33,000 personas en 28 países, revela que 61% de las personas albergan un sentido de agravio moderado o alto hacia el sistema. Es fácil señalar hacia afuera: los políticos corruptos, las empresas codiciosas, los ricos que no pagan impuestos. Pero Sócrates nos enseñó algo más radical en sus diálogos: el cambio real comienza con el autoconocimiento. "Conócete a ti mismo" no era una invitación al ombliguismo, sino un llamado a la responsabilidad personal.

Cuando albergas agravio, tu cerebro reconfigura la realidad: las personas con alto agravio son dos veces más propensas a creer que lo que ayuda a otros con diferentes creencias políticas, lo hace a su costa. El mundo se convierte en un juego de suma cero. Y aquí está lo peligroso: 4 de cada 10 personas aprueban el activismo hostil —incluyendo desinformación intencional, amenazas de violencia y ataques en línea— como medios legítimos para impulsar el cambio. Es la filosofía del fin que justifica los medios, y sabemos cómo termina esa historia.

Aristóteles advertía que cuando perdemos la noción del bien común, la virtud cívica se desintegra. Pero también nos dio la solución: somos quienes elegimos ser a través de nuestras acciones repetidas. La confianza no es algo que "ellos" deben darnos; es algo que tú construyes cada día.

¿Cómo? Empieza donde tienes influencia real: tu equipo de trabajo, tu comunidad, tu familia. El estudio muestra que cuando la confianza institucional aumenta, solo 8% mantiene altos niveles de agravio, mientras que 86% desarrolla optimismo económico personal. No necesitas ser CEO para crear ese efecto. Necesitas integridad en tus conversaciones, empatía con quienes piensan distinto, compromiso con la verdad sobre la comodidad.

Leonardo Polo insistía en que la persona humana existe en relación, en el don mutuo. No somos víctimas pasivas del sistema; somos co-creadores de la cultura que habitamos. Cada vez que eliges la transparencia sobre la opacidad, la colaboración sobre la competencia tóxica, la escucha sobre el juicio apresurado, estás reconstruyendo el tejido social.

La verdad más radical del estudio es esta: las empresas son vistas como la institución más confiable cuando demuestran ser tanto competentes como éticas, pero esa percepción se construye persona por persona, decisión por decisión.

"La confianza no se declara; se construye día a día, decisión tras decisión, verdad tras verdad."

Tu ejercicio hoy: Identifica una conversación difícil que has estado evitando en tu trabajo o familia. Una donde elegiste el silencio cómplice sobre la verdad incómoda. Esta semana, ten esa conversación con honestidad y compasión. No para tener razón, sino para reconstruir confianza. Porque todo cambio sistémico comienza con una persona que decide actuar distinto. ¿Serás tú?

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Por qué posponer la alarma 5 minutos dice más de ti que tu CV

October 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Solving Healthcare on Unsplash‍ ‍

La alarma suena, apagas el móvil "solo cinco minutos más"... y, sin darte cuenta, acabas de decidir por la persona en la que te estás convirtiendo. No decides tu vida una vez al año con grandes metas; la decides en esos segundos cotidianos. Y ahí aparece la pregunta que nos perseguirá hasta el final: ¿a qué estándar te estás entrenando hoy?

La tensión aparece cuando miras tu día con honestidad. Dices que quieres salud, pero comes cualquier cosa frente a la pantalla. Dices que quieres liderar mejor, pero respondes en automático a tu equipo. Quieres más libertad financiera, pero pospones revisar tus números. No es falta de ambición; es que tus estándares diarios no están a la altura de la historia que dices querer vivir.

Tony Robbins lo plantea de forma brutalmente simple: no obtienes en la vida lo que "deseas", sino lo que toleras. Tus estándares son esa línea invisible entre lo que ya no estás dispuesto a aceptar de ti mismo y lo que se vuelve innegociable: tu actitud, la calidad de tus conversaciones, cómo usas tu tiempo, cuánto aprendes, cómo cuidas tu energía, qué haces con tu dinero, cómo te hablas por dentro.

Aristóteles lo vería desde otro ángulo: somos lo que hacemos repetidamente. No existe "buen líder" sin hábitos cotidianos que sostengan esa virtud en la práctica. Un directivo que escucha, prepara sus conversaciones difíciles y bloquea tiempo para pensar está entrenando un estándar muy distinto al que solo "apaga incendios" todo el día.

Para mí, aquí el journaling se volvió herramienta silenciosa pero radical. Detenerme cinco minutos diarios a escribir convirtió mi vida en algo más que una agenda llena: la transformó en un camino de aprendizaje. Poner en papel lo que piensas, sientes y decides hace visible tu estándar real, no el imaginario. Escribir con honestidad lo que me propongo y lo que alcanzo a realizar me permite ver con claridad dónde estoy creciendo y dónde me estoy traicionando. Sin journaling, muchas de esas decisiones pasarían en piloto automático.

El punto de quiebre llega cuando entiendes que, te des cuenta o no, ya tienes una rutina de entrenamiento. Cada excusa también entrena un músculo: el de la inercia. Cada pequeña acción consciente entrena otro, el de la responsabilidad. No se trata de hacer diez cambios heroicos mañana, sino de subir un milímetro el estándar hoy y sostenerlo.

Al final, la pregunta vuelve a ti: ¿qué estándar mínimo, innegociable, vas a entrenar mañana, incluso cuando no tengas ganas? Ahí empieza un cambio real.

Tu vida no cambia por metas épicas, sino por estándares diarios innegociables.

Ejercicio para esta noche: Escribe durante cinco minutos: ¿qué hice hoy que honró mis estándares y qué hice que los rebajó? Elige una acción de cinco minutos para elevarlos mañana y cúmplela aunque estés cansado. Si la repites tres días seguidos, súbele un nivel.

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La Paradoja del Desapego: ¿Por qué penalizamos a quien más deberíamos retener?

September 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Mathias Reding on Unsplash

Un proyecto de investigación revolucionario de 16 estudios revela la contradicción oculta que socava nuestros esfuerzos de equilibrio trabajo-vida—y lo que todo líder necesita saber.

La semana pasada, tomé café con una líder brillante que me confió algo que me dejó helada: "Le digo a mi equipo que se desconecte y se tome tiempo para recargarse, pero honestamente, cuando llega el momento de las evaluaciones de desempeño, me encuentro cuestionando el compromiso de las personas que realmente lo hacen".

Su confesión hace eco de lo que una nueva investigación acaba de confirmar: estamos viviendo una contradicción que está saboteando silenciosamente a las mismas personas que afirmamos querer retener y desarrollar.

La crisis global de agotamiento que estamos alimentando sin saberlo
En todas las industrias y culturas del mundo, las líneas entre el trabajo y la vida personal se han difuminado dramáticamente. Ya sea la cultura del "siempre conectado" en las empresas de tecnología, las horas extendidas en mercados competitivos o la conectividad 24/7 habilitada por el trabajo remoto. Los empleados en todas partes están luchando con los límites. La pandemia aceleró esta tendencia, con tasas de agotamiento aumentando globalmente, mientras las oficinas en casa eliminaron la separación natural entre trabajo y descanso.

Muchas organizaciones en todas partes están respondiendo: implementando programas de bienestar, defendiendo el equilibrio trabajo-vida, alentando a los empleados a establecer límites y priorizar la salud mental. Los equipos de liderazgo discuten la importancia del rendimiento sostenible en salas de juntas desde São Paulo hasta Singapur.

Pero aquí está lo que un nuevo estudio fascinante que abarca 16 experimentos revela: cuando los empleados realmente siguen este consejo, los penalizamos por ello.

La paradoja que lo cambia todo
Los investigadores han descubierto lo que llaman la "paradoja del desapego": una contradicción impresionante en el corazón de cómo evaluamos el talento. El estudio, realizado en varias muestras desde gerentes experimentados, hasta evaluadores cotidianos, documenta algo notable:

Los gerentes reconocen intelectualmente que el desapego psicológico del trabajo durante las horas no laborales beneficia el bienestar del empleado y mejora su rendimiento durante las horas de trabajo. Sin embargo, estos mismos gerentes consistentemente penalizan a los empleados percibidos como que se desconectan al tomar decisiones de contratación y ascenso.

Esto no se trata de señales de alerta obvias o empleados de bajo rendimiento. La penalización se aplica a:

  • Empleados que configuran su correo con respuestas automáticas con mensajes que están fuera de la oficina.

  • Aquellos que toman sus días de vacaciones.

  • Trabajadores que no revisan correos electrónicos después del horario.

  • Incluso empleados que se desconectan por razones como cuidar a familiares enfermos.

La investigación probó esto a través de múltiples metodologías, diferentes tipos de trabajadores y varias estrategias de desapego. El resultado fue consistente: decimos que valoramos el equilibrio, pero ascendemos basándonos en el compromiso percibido, y el desapego o desconexión señala lo opuesto al compromiso para la mayoría de los evaluadores.

La Ciencia Detrás del Auto-Sabotaje
Lo que hace esto particularmente devastador es que la investigación confirma lo que ya sabemos sobre los beneficios de la desconexión. Los estudios consistentemente muestran que el desapego psicológico:

  • Mejora el estado de ánimo y disminuye la fatiga (reduciendo el riesgo de agotamiento o burnout).

  • Lleva a un mejor sueño y elecciones más saludables.

  • Aumenta la productividad y el compromiso cuando los empleados regresan al trabajo.

  • Impulsa la energía, motivación y propósito en ambientes de alta presión.

  • Crea mejoras medibles en el rendimiento tanto en descansos cortos (almuerzo) como largos (fines de semana).

Los beneficios no solo los sienten los empleados, los colegas y familiares también notan la diferencia. Sin embargo, a pesar de saber esto, interpretamos inconscientemente los límites saludables como falta de dedicación y compromiso.

La trampa del compromiso que nos está costando talento
El mecanismo que impulsa esta paradoja va más profundo que un simple sesgo: toca creencias fundamentales sobre el esfuerzo y el éxito. La investigación revela que las estrategias de desconexión desencadenan preocupaciones sobre el compromiso laboral, creando una ecuación devastadora en las mentes de los evaluadores:

Límites = Menos compromiso = Menor potencial de desarrollo o ascenso.

Esto sucede incluso cuando el rendimiento real del empleado que se desconecta es extraordinario. No estamos cuestionando su productividad o calidad de trabajo: estamos cuestionando su corazón para el trabajo.

El problema del teatro de la productividad
Veo esto desarrollarse constantemente en las evaluaciones de desempeño. Equipos que penalizan a los mejores empleados que cierran tratos eficientemente porque no muestran suficiente "empuje" comparados con colegas que hacen más esfuerzos, pero son menos productivos.

Las implicaciones son asombrosas: Nuestros empleados de mayor rendimiento, aquellos lo suficientemente sabios para trabajar estratégicamente y mantener prácticas sostenibles, pueden estar siendo pasados por alto en los procesos internos de desarrollo. Mientras tanto, estamos promoviendo basándonos en disponibilidad y actividades visibles en lugar de resultados reales.

Liberándose: Lo que la investigación muestra que funciona
¿Las buenas noticias? El estudio no solo identifica el problema: revela soluciones que funcionan. Aquí está lo que los investigadores encontraron que puede mitigar la penalización del desapego:

  1. Hacer de la desconexión una política institucional. Cuando las empresas implementan políticas formales de desconexión (como "no correos electrónicos los fines de semana"), la penalización disminuye significativamente. Los empleados no están eligiendo límites sobre el trabajo: están siguiendo pautas de la empresa diseñadas para optimizar el rendimiento.

  2. Reencuadrar la desconexión como estrategia de rendimiento. La investigación muestra que cuando la desconexión se posiciona como una forma de mejorar el rendimiento laboral en lugar de escapar del trabajo, los evaluadores responden más positivamente. Enmarca los límites como optimización profesional, no preferencia personal.

  3. Señalar compromiso relacionado con el trabajo de otras maneras. El estudio encontró que los empleados son penalizados menos cuando sus estrategias de desconexión se acoplan con señales claras de compromiso laboral. Esto podría incluir declarar explícitamente razones enfocadas en el trabajo para los límites o demostrar compromiso a través de otros canales.

El ajuste de cuentas de liderazgo que necesitamos
Esta investigación nos fuerza a confrontar verdades incómodas sobre nuestros propios procesos de evaluación. ¿Cuántas veces hemos:

  • Favorecido inconscientemente al candidato que envía correos a medianoche sobre el que entrega trabajo excepcional dentro del horario laboral?

  • Cuestionado el "hambre" de empleados que realmente usan su tiempo libre o de descanso?

  • Interpretado límites saludables como falta de ambición o compromiso?

La paradoja del desapego o desconexión no se trata solo de crear políticas: se trata de examinar nuestras creencias profundamente arraigadas sobre cómo se ve el compromiso en el lugar de trabajo moderno.

Cuatro acciones que todo líder debería tomar:
Basándose en esta investigación, aquí está lo que necesitamos hacer inmediatamente:

  1. Audita tus métricas de rendimiento. Examina tus criterios de evaluación actuales. ¿Estás midiendo resultados y creación de valor, o estás inadvertidamente recompensando actividad sobre resultados? Estas métricas basadas en actividad a menudo se disfrazan de indicadores de rendimiento, pero realmente recompensan teatro sobre resultados.

  2. Implementa evaluaciones conscientes del contexto. Reemplaza el seguimiento simplista de actividad con evaluación matizada de rendimiento. Un desarrollador que resuelve problemas complejos eficientemente no debería ser penalizado por trabajar más inteligentemente, no más tiempo. El pensamiento estratégico a menudo requiere menos acciones pero mejores resultados.

  3. Crea políticas formales de desconexión. No dejes los límites saludables a elección individual. Hazlos práctica estándar organizacional. Cuando la desconexión se convierte en política, no personalidad, la señal de compromiso desaparece. Esto incluye respetar las horas fuera del trabajo, alentar el uso de vacaciones y medir resultados en lugar de tiempo presencial.

  4. Entrena a los gerentes para reconocer el rendimiento real. Comparte esta investigación con tu equipo de liderazgo. Ayúdalos a distinguir entre actividad visible y creación real de valor. El gerente que puede identificar el pensamiento estratégico construirá equipos más fuertes que uno enfocado en números de actividad.

El Futuro del Trabajo depende de esto
Estamos en una coyuntura crítica. La guerra por el talento nunca ha sido más intensa, y nuestros mejores empleados tienen opciones. Si continuamos penalizando inconscientemente los mismos comportamientos que llevan al alto rendimiento sostenible, perderemos a nuestra gente más valiosa ante organizaciones que entienden esta paradoja.

La investigación es clara: el desapego psicológico no es el enemigo del alto rendimiento, es la base de él. Las empresas que alineen sus prácticas de desarrollo y ascenso con esta realidad tendrán una ventaja competitiva masiva en atraer y retener el mejor talento.

Tu próximo movimiento
Toma un momento para evaluar honestamente tus propias prácticas de evaluación. Cuando revisas desempeño, ¿estás mirando:

  • métricas de actividad (llamadas hechas, horas trabajadas, días presentes) o métricas de resultado (problemas resueltos, tratos cerrados, valor creado)?

  • esfuerzo visible (correos tarde, trabajo de fin de semana) o resultados reales (innovación, eficiencia, pensamiento estratégico)?

  • señales de disponibilidad (respuestas inmediatas, conectividad constante) o indicadores de rendimiento (calidad del trabajo, satisfacción del cliente, impacto del equipo)?

La paradoja del desapego no es solo una curiosidad académica—es un espejo que refleja las contradicciones que pueden estar socavando tu estrategia de talento. La pregunta no es si este sesgo existe en tu organización. La pregunta es qué vas a hacer al respecto.

Porque en un mundo donde el agotamiento nos cuesta $190 mil millones anuales y el mejor talento puede trabajar en cualquier lugar, ya no podemos permitirnos sabotear nuestras propias “mejores intenciones”.

¿Has observado la paradoja del desapego en tu organización? ¿Qué estrategias has encontrado efectivas para promover tanto el rendimiento como el bienestar? Comparte tus experiencias—y comencemos la conversación sobre construir culturas de alto rendimiento verdaderamente sostenibles.

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El arte de escuchar como si estuvieras equivocado

August 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Tom Morales on Unsplash

Imagínate por un segundo que estás en una cena familiar. Tu tío empieza a hablar de política y tú ya sientes cómo se te tensan los músculos. ¿Qué haces? ¿Te preparas para el combate verbal o realmente te abres a escuchar algo que podría sorprenderte?

Adam Grant dice algo que muchos vemos, pero poco nos detenemos a reflexionar: "Pasamos demasiado tiempo argumentando como si tuviéramos razón, y muy poco tiempo escuchando como si estuviéramos equivocados."

¿Por qué nos cuesta tanto escuchar de verdad?
La respuesta es más simple de lo que pensamos. Nuestro cerebro está programado para defenderse. Cuando alguien desafía nuestras ideas, literalmente se activa la misma zona que cuando nos atacan físicamente. Por eso los discursos apasionados no cambian mentes—solo las ponen en modo defensa.

Pero aquí viene lo interesante. Los griegos ya lo tenían muy claro. Sócrates, ese hombre que cambió la forma en que pensamos, no lo hizo dando conferencias magistrales. Su verdadero poder estaba en algo mucho más sutil: hacer preguntas. "Solo sé que no sé nada," decía. Y no era falsa modestia, era estrategia pura.

La ciencia moderna le da la razón. Los estudios de Julia Minson en Harvard demuestran que las personas cambian de opinión 300% más cuando sienten que el interlocutor genuinamente quiere entender su perspectiva, no demolerla. La curiosidad auténtica desarma como ningún argumento brillante puede hacerlo.

Aquí está el gran secreto: los mejores maestros no son los que más saben, sino los que más ganas tienen de aprender.

Cuando alguien dice "No había pensado en eso, cuéntame más", no está mostrando debilidad. Está abriendo un espacio donde dos mentes pueden encontrarse sin armaduras.

Piénsalo así: cuando escuchas con verdadera curiosidad, no estás renunciando a tus ideas. Estás dándoles la oportunidad de evolucionar, de encontrar su mejor versión.

En un mundo donde todos gritan, el que pregunta con humildad desarma. En una época de certezas a prueba de balas, la vulnerabilidad intelectual se convierte en el superpoder que nadie vio venir.

La próxima vez que sientas ganas de demostrar que tienes razón, hazte esta pregunta: ¿Qué pasaría si, por un momento, actuara como si pudiera estar equivocado?

La sabiduría no está en tener todas las respuestas, sino en hacer las preguntas que nadie más se atreve a formular.

En cada conversación difícil, pregúntate: "¿Qué podría estar viendo esta persona que yo no veo?" Y luego, simplemente escucha. Sin agenda, sin contraataque preparado. Solo escucha.

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La única prueba que realmente importa

July 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by David Ramírez on Unsplash

Cuando el mar está en calma, cualquiera sabe llevar el timón. Pero la pregunta que guía este texto es otra: ¿quién soy cuando el oleaje sube y no hay aplausos?

En los días fáciles todos somos nuestra mejor versión: pacientes, justos, generosos. El reto aparece cuando hay incertidumbre, falta presupuesto, alguien te contradice en público o una decisión duele a personas que aprecias. Ahí asoma el verdadero yo.

Los antiguos griegos entendían esto perfectamente. Tenían una palabra fascinante: eudaimonia. No se refería a la felicidad superficial, sino a esa fortaleza interior que emerge cuando estás bajo presión. Aristóteles enseñaba que la verdadera virtud no se mide en tiempos de calma, sino cuando la vida te desafía.

Séneca, el gran filósofo estoico, lo expresó con claridad: "Juzgo desafortunado a quien nunca ha vivido la desgracia. Has pasado por la vida sin un oponente... nadie puede saber jamás de qué eres capaz, ni siquiera tú." Es fácil ser generoso cuando tienes abundancia, ser honesto cuando no hay tentación y ser humilde cuando no hay nada que defender.

Piensa en alguien que realmente admires. Seguramente no lo respetas por sus días perfectos, sino por cómo manejó sus momentos más complicados. Por cómo eligió la bondad sobre la amargura, la acción sobre la parálisis, la esperanza cuando tenía todas las razones para rendirse.

Y aquí está el aprendizaje que siempre debemos recordar: el carácter no es una pose heroica, es arquitectura de decisiones bajo presión. No se improvisa en tormenta lo que no se practicó en calma. Quien entrena pequeñas lealtades en días ordinarios (decir "no sé", admitir un error, devolver lo que no es suyo) llega al huracán con memoria muscular de integridad.

La investigación en psicología confirma lo que los estoicos sabían: las personas con mayor fortaleza emocional son aquellas que han desarrollado la capacidad de reencuadrar cognitivamente las crisis, no como enemigos, sino como reveladores de carácter.

Vuelve a la pregunta inicial. ¿Quién soy cuando nadie aplaude? La respuesta no es un adjetivo; es un protocolo. Tres actos irrenunciables en días difíciles: primero, respira antes de responder; segundo, recuerda tus tres valores no negociables; tercero, responde coherente con ellos, aunque cueste.

Cuando aumenta la presión, ahí es donde se separa el oro de los metales comunes. Ahí es donde surgen los verdaderos líderes, donde descubres quiénes son tus amigos reales y donde se escriben las historias que vale la pena contar.

La gran verdad es esta: tu carácter no es algo que posees, sino un hábito que cultivas. Somos lo que hacemos repetidamente. Cada momento difícil es como si la vida te preguntara: "¿Quién quieres ser cuando nadie te está viendo, cuando no hay recompensa inmediata, cuando solo tienes tu brújula interior?"

El carácter no se construye en los días fáciles, se revela en los días que te desafían.

¿Qué ha mostrado sobre ti tu última adversidad? ¿Y qué vas a elegir revelar en la próxima?

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Habla Menos, Influye Más

June 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Shubham Pawar on Unsplash

La sala de juntas parecía un tambor: cuanto más fuerte lo golpeaban, más hueco sonaba. ¿Es que aún hay personas que creen que se gana autoridad con gritar?

¿Por qué confundimos volumen con valor?
Esta pregunta nos persigue desde tiempos antiguos. Sócrates, el maestro de la mayéutica, jamás alzó la voz para enseñar. Su método consistía en hacer las preguntas correctas, en crear espacios de silencio donde las ideas pudieran germinar. Él entendía algo que hoy parece haberse perdido: que la sabiduría genuina susurra, no grita.

Hay un espejismo poderoso en el trabajo: confundir volumen con liderazgo. Cuando alguien monopoliza la palabra, el resto encoge sus ideas. Lo dijo con agudeza Adam Grant: "Las personas que dominan la conversación a menudo tienen menos que decir."

Platón nos alerta sobre la caverna: el ruido interno puede hacernos confundir sombra con verdad. Leonardo Polo propone una apertura real: abandonar el límite de la propia mirada para dejar entrar al otro. En la práctica moderna, los equipos que cultivan seguridad psicológica—donde es seguro disentir—aprenden más y corrigen antes. ¿El patrón común? Silencio intencional que habilita al pensamiento.

La neurociencia moderna confirma lo que los filósofos intuían: nuestro cerebro procesa mejor la información en momentos de calma. Los estudios de la Universidad de Rochester demuestran que las pausas estratégicas en una conversación aumentan un 40% la retención de información. El silencio no es vacío; es el espacio donde las ideas cobran vida.

La idea es sencilla y exigente: el liderazgo se construye con la calidad del silencio que ofrece, no con la cantidad de palabras que impone. El líder que habla al final, que sintetiza con justicia y da crédito primero, convierte una reunión en una máquina de descubrir la verdad.

Crecer en escuchar implica tres actos concretos:

  1. Ritual de escucha: antes de opinar, formula dos preguntas que clarifiquen y una que eleve el nivel (“¿Qué estoy pasando por alto?”).

  2. Orden de cierre: resume ideas ajenas con precisión, valida disensos y recién entonces comparte tu posición.

  3. Diseño del juego: rota la facilitación, agenda minutos de silencio para pensar y pide notas previas anónimas; premia la evidencia, no el volumen.

Porque la gente no sigue al que grita más, sino al que piensa mejor con otros. Así se gana autoridad sin gritar.

El silencio que escucha es el que dirige.

Para tu próxima reunión, envía una pregunta previa, define un “hablo al final” para ti y agenda 90 segundos de silencio antes de concluir. Luego evalúa: ¿quién habló que antes callaba?, ¿qué idea surgió gracias a ese espacio?

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¿Quién conduce cuando tu ánimo toma el volante?

May 1, 2025 Natalia Curonisy

El día empieza desacompasado. Afuera hay sol, pero por dentro sientes que llueve. De pronto te sorprendes a punto de cancelar lo importante, y te preguntas: ¿quién conduce cuando tu ánimo toma el volante?

Entre lo que sientes y lo que valoras se abre una grieta. Me ha pasado más veces de las que me gustaría admitir. Y he aprendido que justo ahí es donde todo se decide. Podemos obedecer al impulso como si fuéramos esclavos de nuestras sensaciones, o podemos elegir hacernos responsables de nuestra reacción.

El carácter se forja por hábitos, no por eventualidades. Cada vez que logramos actuar desde nuestros valores en lugar de nuestros estados de ánimo, fortalecemos ese músculo interno. La neurociencia moderna nos muestra que es posible: nuestro cerebro puede desarrollar la capacidad de hacer una pausa entre lo que nos pasa y cómo respondemos.

Alfred Adler nos dejó una herramienta poderosa: separar las tareas. Mi emoción es mi tarea; la situación externa no lo es. Cuando logras entender esto, poco a poco dejas de ser víctima de las circunstancias y empiezas a construir tu carácter.

La libertad verdadera no es "sentirse bien", sino aprender a elegir bien incluso cuando no te sientes bien. Es hacer las cosas aun cuando los ánimos no te acompañan, o no te provoca. Esa decisión, cuando la repetimos día tras día, va formando tanto nuestro carácter como nuestros resultados.

El ánimo cambia; el carácter decide.

Reflexiona: ¿En qué área de tu vida has estado dejando que los estados de ánimo conduzcan?

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¿Estás contratando personas que encajan?

April 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Omar Flores on Unsplash

La sala de entrevistas huele a café recién hecho. El candidato ha estudiado cada respuesta, cada gesto que cree que el panel quiere ver. Una pregunta me inquieta mientras observo la danza de cortesía: ¿y si nadie aquí está dispuesto a desafiarlo? El panel no evalúa el futuro; se reconoce a sí mismo en cada asentimiento, en cada sonrisa familiar.

¿Realmente esta persona puede llevarnos adonde aún no hemos estado, y con qué evidencia?

Durante años, las organizaciones han caído en la trampa del famoso "encaje cultural" —esa frase seductora que parece inteligente pero esconde una realidad incómoda: estamos contratando versiones de nosotros mismos. Cuando buscamos que la persona "encaje", reducimos incertidumbre, pero confundimos similitud con idoneidad. El sesgo de afinidad se disfraza de criterio empresarial.

La neurociencia revela algo fascinante: nuestro cerebro está programado para favorecer lo familiar. Pero las empresas que trascienden no nacen de la comodidad; emergen de la fricción creativa entre perspectivas diferentes. Como intuía Platón en "La República": la verdadera sabiduría surge del diálogo entre ideas opuestas, no del eco reconfortante de nuestras propias convicciones.

He aprendido que todo cambia cuando nos atrevemos a reformular la pregunta fundamental. No "¿encaja aquí?", sino "¿qué problema estratégico resuelve mejor que nosotros y qué evidencia lo respalda?" Esa diferencia no es semántica; es revolucionaria. Una busca confirmación, la otra busca evolución.

No contrates espejos; contrata personas que te ayudarán a llegar lejos.

Ejercicio: Escribe hoy las tres preguntas sobre qué problema específico buscas resolver en ese rol y las evidencias concretas que las responden. Úsalas como guía estándar en tu próxima entrevista y observa cómo cambia tanto la conversación como la decisión.

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El silencio que lidera

March 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Christer Gundersen on Unsplash

¿Y si la respuesta que buscas necesita tres respiraciones de silencio? ¿Cómo convierto el silencio en método de liderazgo?

El silencio nos pone nerviosos y lo llenamos con palabras. Pero a menudo el equipo no calla por apatía, sino porque está pensando. Aristóteles lo llamaría prudencia práctica: frenar el impulso para elegir mejor. La investigación sobre wait time sugiere que al pausar 3–5 segundos sube la calidad de las respuestas y la participación.

Liderar no es hablar primero, sino diseñar la pausa.

Los estudios sugieren 3 pasos:  Respira tres veces tras cada pregunta; Registra una frase que escuchaste o notaste; Redondea con “esto es lo que entendí, ¿algo más?”. Obseva cómo mejoran tus respuestas y elecciones.

La pausa correcta dice más que diez discursos.

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La pregunta que cambia todo

February 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Jaime Perez on Unsplash

El día inició temprano, estoy fuera de casa y ahí estoy parada en la estación de tren. El andén es un hervidero de gente y el altavoz chisporrotea destinos. Todos miran el tablero como si ahí estuviera su nombre. Yo miro mis manos: billete invisible, temblor conocido. Y me hago la misma pregunta que guiará mi día: ¿quién estoy eligiendo ser hoy?

Nos entrenaron a responder con títulos y logros, confundiendo el rol con la persona. Aristóteles ya lo sabía: "Somos lo que hacemos repetidamente". Sócrates nos recordaba que elegir bien exige conocerse primero. Y la evidencia moderna confirma esta sabiduría ancestral: las identidades no se anuncian, se entrenan a fuerza de pequeñas decisiones sostenidas.

Frecuentemente escuchamos la pregunta: "¿qué quieres ser?" Pero deberíamos preguntarnos "¿qué decido y practico ser hoy?". Si practico decir la verdad con respeto, termino siendo confiable. Si practico generosidad, la generosidad me rehace por dentro. El rol se adapta al carácter, no al revés.

El trabajo cambia, pero lo que entrenas cada día termina entrenándote a ti. Generosidad, integridad, humildad y sabiduría no aparecen en ningún currículum, pero construyen el único legado que realmente importa: el impacto invisible que dejamos en cada persona que tocamos.

"Quiénes somos no se responde con títulos o roles, sino con el carácter que fortalecemos cada día."

Reflexiona: Hoy, antes de dormir, pregúntate no qué hiciste, sino cómo decidiste ser. Esa respuesta es tu verdadero currículum.

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Resultados sin arrepentimientos: microhábitos que blindan tus decisiones

January 1, 2025 Natalia Curonisy

Photo by Kevin Schmid on Unsplash

La vida es una sala de ensayo: focos tibios, marcas de cinta en el piso y un libreto que cambia a último minuto. En medio del escenario, una pregunta guía: ¿de qué me arrepentiré más—de no lograr más o de no ser mejor?

Corremos detrás del éxito buscando acumular bienes materiales y con agendas llenas; pero los arrepentimientos que duelen no suelen ser metas no alcanzadas, sino valores no honrados—el "no hablé", "no fui valiente", "no di las gracias a tiempo".

Aristóteles ya lo advertía: la virtud se adquiere a través de los hábitos, practicándola como se afina un instrumento a fuerza de dedos y oído. No es casualidad que el filósofo griego entendiera que el carácter no es innato, sino una construcción diaria.

La investigación moderna coincide: Daniel Pink, al mapear miles de arrepentimientos alrededor del mundo, encontró cuatro núcleos—fundamento, valentía, moral y conexión—con un patrón claro: pesa más lo no hecho que lo hecho. Piensa en la conversación difícil que postergaste, el abrazo que no diste, el riesgo profesional que evitaste: no son fallas de plan, son fallas de coraje o generosidad.

Lo que he aprendido es que el problema no está en tu lista de tareas, sino en tu sistema de hábitos. Si practicas a diario microactos alineados a tus valores, el carácter deja de ser discurso y se vuelve arquitectura de tus decisiones.

La respuesta a nuestra pregunta guía es clara: elige ser mejor antes que hacer más. Un acto valiente hoy, uno generoso mañana. Los resultados llegan; la plenitud verdadera se construye acto por acto, decisión por decisión.

La ambición llena la agenda; el carácter llena la vida.

Inicia hoy con este ejercicio: Escribe tres valores no negociables. Para cada uno, define un microacto de menos de 10 minutos. Esta noche completa: "Hoy practiqué ______ cuando ______".

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