Hay algo profundamente inquietante en vivir una época donde tenemos más acceso a información que nunca, pero confiamos menos en quienes la proveen. Donde las instituciones que prometieron protegernos se sienten más lejanas que las estrellas. Donde seis de cada diez personas caminan por el mundo cargando un resentimiento silencioso contra el sistema que les rodea.
Pero aquí está la pregunta incómoda que nadie se atreve a hacer: ¿Y si nosotros somos parte del problema?
El Edelman Trust Barometer 2025, que encuestó a más de 33,000 personas en 28 países, revela que 61% de las personas albergan un sentido de agravio moderado o alto hacia el sistema. Es fácil señalar hacia afuera: los políticos corruptos, las empresas codiciosas, los ricos que no pagan impuestos. Pero Sócrates nos enseñó algo más radical en sus diálogos: el cambio real comienza con el autoconocimiento. "Conócete a ti mismo" no era una invitación al ombliguismo, sino un llamado a la responsabilidad personal.
Cuando albergas agravio, tu cerebro reconfigura la realidad: las personas con alto agravio son dos veces más propensas a creer que lo que ayuda a otros con diferentes creencias políticas, lo hace a su costa. El mundo se convierte en un juego de suma cero. Y aquí está lo peligroso: 4 de cada 10 personas aprueban el activismo hostil —incluyendo desinformación intencional, amenazas de violencia y ataques en línea— como medios legítimos para impulsar el cambio. Es la filosofía del fin que justifica los medios, y sabemos cómo termina esa historia.
Aristóteles advertía que cuando perdemos la noción del bien común, la virtud cívica se desintegra. Pero también nos dio la solución: somos quienes elegimos ser a través de nuestras acciones repetidas. La confianza no es algo que "ellos" deben darnos; es algo que tú construyes cada día.
¿Cómo? Empieza donde tienes influencia real: tu equipo de trabajo, tu comunidad, tu familia. El estudio muestra que cuando la confianza institucional aumenta, solo 8% mantiene altos niveles de agravio, mientras que 86% desarrolla optimismo económico personal. No necesitas ser CEO para crear ese efecto. Necesitas integridad en tus conversaciones, empatía con quienes piensan distinto, compromiso con la verdad sobre la comodidad.
Leonardo Polo insistía en que la persona humana existe en relación, en el don mutuo. No somos víctimas pasivas del sistema; somos co-creadores de la cultura que habitamos. Cada vez que eliges la transparencia sobre la opacidad, la colaboración sobre la competencia tóxica, la escucha sobre el juicio apresurado, estás reconstruyendo el tejido social.
La verdad más radical del estudio es esta: las empresas son vistas como la institución más confiable cuando demuestran ser tanto competentes como éticas, pero esa percepción se construye persona por persona, decisión por decisión.
"La confianza no se declara; se construye día a día, decisión tras decisión, verdad tras verdad."
Tu ejercicio hoy: Identifica una conversación difícil que has estado evitando en tu trabajo o familia. Una donde elegiste el silencio cómplice sobre la verdad incómoda. Esta semana, ten esa conversación con honestidad y compasión. No para tener razón, sino para reconstruir confianza. Porque todo cambio sistémico comienza con una persona que decide actuar distinto. ¿Serás tú?