Todos somos culpables de perdernos en la rutina diaria. Corremos todo el día, muchas veces en piloto automático, obsesionados con la productividad y nuestras listas de tareas, sin realmente detenernos a vivir.
Séneca nos advirtió, hace más de 2,000 años, sobre esta trampa: "Vives como si estuvieras destinado a vivir para siempre; nunca te das cuenta de tu propia fragilidad...¡Qué tarde es empezar realmente a vivir justo cuando la vida debe terminar!"
Es una llamada de atención. Como escribió Annie Dillard, "el mundo está lleno de maravillas, pero es raro encontrar a alguien que, entre tanta actividad frenética, haya considerado la posibilidad de que el objetivo final sea experimentar más de esa maravilla." Estamos tan centrados en cumplir con nuestras obligaciones que pasamos por alto el increíble hecho de estar aquí, vivos y conscientes.
Séneca lo expresó maravillosamente. “No es que tengamos poco tiempo, sino que no lo aprovechamos. La vida es suficientemente larga, y se nos ha concedido con tal generosidad que permite lograr las cosas más grandes si la empleamos bien." “No hay nada en lo que el hombre ocupado se ocupe menos que en vivir. No hay nada que sea más difícil de aprender.” "Mientras postergamos vivir, la vida pasa; y una de las causas de nuestra angustia es que vivimos la vida más esperándola que poseyéndola."
Lo asombroso es que es sencillo lograrlo. Solo tienes que decidir hacer una pausar, mirar a tu alrededor con ojos frescos y estar aquí y ahora. Respira cada momento que se nos da como si fuera el último. Porque ¿sabes qué? Podría serlo.
La vida está ocurriendo en este mismo segundo, a nuestro alrededor y delante de nosotros. ¿Vas a seguir dormido mientras ocurre? ¿O finalmente vas a empezar a vivir?