Cuando tenía 14 años, mi colegio organizó una obra de teatro en la que la mayoría de mis amigos querían ser parte y tener el protagonismo. Recuerdo haberme anotado dentro del equipo de apoyo y utilería, pues no quería saber nada de estar parada en el estrado, con las luces en la cara y hablar frente al publico. Aunque esto pueda sonar antisocial para la mayoría, para mi era otra manera de socializar. Me resultaba mucho más divertido estar en la organización, creando soluciones y viendo el modo de hacer que la obra fuera todo un éxito. Debo admitir que lo pase súper bien, pero sabía que había cierta desilusión porque yo no era parte de la obra.
Mis padres me matricularon en clases de teatro y oratoria, pensando que me ayudarían a vencer el miedo. Y efectivamente, cuando estuve en la universidad participé en mi primera obra de teatro. Tenía que demostrarme a mí misma que podía hacerlo. Debo confesar que no fue tan malo. Pero ese "no fue tan malo" nació cuando le encontré un propósito más fuerte que el de solo demostrarme a mí misma que podía hacerlo.
Mi carrera me ha llevado a tener que hacer muchas presentaciones y hablar frente a muchísimas personas, y reconozco que lo disfruto cuando sé que lo que comparto puede ayudar a otros. Personalmente, sigo disfrutando más de los grupos pequeños, y de escuchar. Hablar en público me ha llevado muchas horas de practica—y sigo aprendiendo—buscando el mejor modo de conectar. Y eso es lo que lo introvertidos hacemos, ¿verdad?
Vivimos en una sociedad que sobrevalora a las personas extrovertidas. Son muchos los que admiran a las personas que siempre se muestran seguras de sí mismas, y parecen llenarse de energía al ser el centro de atención. En el mundo laboral, sucede algo muy parecido. Los extrovertidos suelen ser asociados a personas que logran resultados—o por lo menos eso comunican—y por ende son promovidos mucho más rápido porque en cierto modo representan el estereotipo esperado. Hay un sesgo muy fuerte hacia cómo comunican los extrovertidos, donde se valora más el "parecer" que el realmente "ser". La realidad es que, como dice Adam Grant, lo que importa es que la personas tengan la competencia y no la convicción con que se expresan.
¿Qué significa ser introvertido?
Un introvertido es alguien que presta principal atención a sus pensamientos y emociones en lugar de enfocarse en lo externo. Prefieren ambientes tranquilos y con muy poco estímulo, a diferencia de los extrovertidos, que necesitan niveles más altos de estimulación para sentirse en su mejor momento. Por lo general, las personas no son completamente extrovertidas ni introvertidas, sino una mezcla de ambas. Sin embargo, cada individuo tiende hacia un tipo de personalidad en particular.
Susan Cain, autora del libro El Poder Silencioso: La fuerza secreta de los introvertidos, aclara: es fundamental entender que la introversión no es lo mismo que la timidez. La timidez implica el temor al juicio negativo, mientras que la introversión se trata simplemente de una preferencia por una estimulación más reducida. La timidez es intrínsecamente incómoda, mientras que la introversión no lo es. Aunque los rasgos se entrecruzan, los psicólogos debaten hasta qué punto lo hacen.
A menudo, se piensa erróneamente que ser extrovertido es mejor que ser introvertido. No obstante, existen numerosos beneficios en la introversión. Algunas ventajas de ser introvertido:
Son excelentes oyentes.
Son pensadores profundos.
Poseen mayor creatividad.
Reflexionan antes de hablar.
Son observadores.
Establecen conexiones reflexivas.
Se desempeñan como líderes compasivos.
No buscan validación externa.
Son independientes.
Aunque hablan menos, cuando lo hacen, su punto es claro y conciso.
Tienen la capacidad de concentrarse intensamente.
Se sienten completamente a gusto estando solos.
Los introvertidos como líderes
Existe el equívoco de que los introvertidos no pueden ser buenos líderes. Según la investigación de Adam Grant, en muchas ocasiones los líderes introvertidos logran mejores resultados que los extrovertidos. Los introvertidos tienden a permitir que los empleados talentosos desarrollen sus ideas en lugar de intentar imponer su propia visión. Su motivación no proviene del ego, ni del deseo de estar en el centro de atención, sino de su dedicación a objetivos más amplios.
Por ejemplo, algunos introvertidos famosos:
Abraham Lincoln.
Eleanor Roosevelt.
Albert Einstein.
Rosa Parks.
Mahatma Gandhi.
Barack Obama.
Emma Watson.
Steven Spielberg.
J. K. Rowling.
Bill Gates.
Warren Buffett.
Mark Zuckerberg.
Marissa Mayer.
Elon Musk.
Como líder, ¿cómo puedes potenciar lo mejor de cada uno?
Como introvertida que ha trabajado durante muchos años con extrovertidos, he aprendido que podemos beneficiarnos mutuamente al crear y promover un entorno inclusivo. Como líderes, nuestra responsabilidad es forjar un ambiente que respete y empodere nuestras diferencias para liberar el potencial de nuestro equipo.
Algunas recomendaciones que puedes poner en práctica:
Toma en cuenta las personalidades de tu equipo y cuáles son las condiciones que promueven su máximo potencial.
Procura comprender las experiencias y diversas perspectivas. Practica la escucha activa para aprender más acerca de tu equipo.
En las reuniones, genera las condiciones apropiadas para que todos puedan expresarse. Fomenta un entorno en el que todos puedan participar y compartir sus ideas. Invita a las personas a escuchar, participar y brindar un trato equitativo. Asegúrate de que todas las voces sean escuchadas y respetadas.
Cuando necesites la opinión de tu equipo, avísales con anticipación qué necesitas. Así les otorgas tiempo de para prepararse y reflexionar sobre lo que quieres resolver.
Si es posible, ofrece opciones de espacios cerrados o privados de trabajo para el que lo necesite.
Evita hacer suposiciones sobre la mejor manera de colaborar con tu equipo, y pregúntales directamente cuál es el mejor modo de trabajar.
Cuando valoramos nuestras diferencias y nos respetamos mutuamente, todos crecemos.