¿Alguna vez ha estado en una reunión en la que hay un elefante enorme en la sala —un problema grave— pero nadie lo aborda?
¿Por qué muchas veces las personas no se atreven a abordar los temas complejos? Porque saber qué es lo que se debe hacer, no significa que las personas lo harán.
¿Necesitamos quemarnos para hablar del fuego? ¿Necesitamos tener más casos de corrupción para hablar de ética?
En el Perú, donde vivo, estamos en un entorno donde cada vez se reportan más casos de corrupción, y por ello es más frecuente que las personas hablen de ética e integridad. Sin embargo, creo que deberíamos detenernos a reflexionar cómo hemos llegamos a esta situación, y sobre qué estamos haciendo para desarrollar personas con integridad, personas con virtudes.
¿Qué son las virtudes?
Una virtud es una cualidad que se considera moralmente buena. Para Aristóteles, la virtud es un hábito adquirido mediante la práctica repetida y que permite a una persona actuar de manera ética y alcanzar la excelencia moral. Según Aristóteles, las virtudes se encuentran en el punto medio entre dos extremos viciosos: el exceso y la deficiencia.
¿Cómo desarrollamos las virtudes?
Las virtudes se desarrollan a través de la práctica de actos positivos. Como sugirió Aristóteles, una persona puede mejorar su carácter practicando la reflexión, formación y autodisciplina; mientras que un buen carácter puede corromperse debido a la repetición de acciones negativas, falta de autocontrol, influencias negativas, y las excusas.
Personalmente me encanta el enfoque que Pablo Ferreiro, cofundador de la Escuela de Negocios de la Universidad de Piura. Pablo nos propone para desarrollar las virtudes:
Primero, no debemos impedirlo. ¿Cómo lo impedimos? Por ejemplo, cuando alguien menosprecia la generosidad de otros. Cuando creemos que ser buena persona es sinónimo de tonto. Cuando no hablamos, nos quedamos callados ante una injusticia. Cuando no cuestionamos si lo que alguien está haciendo es lo correcto. O cuando mentimos.
Enseñar a los demás. Enseñar requiere de paciencia e intención. Algunos modos son reforzando y reconociendo públicamente las acciones positivas, y alentar a otros a seguir con el ejemplo. Contar historias; hechos de la vida cotidiana que puedan inspirar y fomentar las virtudes. Propiciar debates y discusiones sobre dilemas éticos que puedan ayudar a reflexionar sobre las acciones. Al analizar y cuestionar diferentes perspectivas, pueden desarrollar un entendimiento más profundo de cómo aplicar las virtudes en diversas circunstancias.
Predicar con el ejemplo. Mostrar constantemente comportamientos virtuosos en la vida diaria es una poderosa forma de enseñanza.
Marco Aurelio dijo que la felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos: por lo tanto, cuídalos y asegúrate de no tener ideas incompatibles con la virtud y la naturaleza razonable. Pero es importante recordar que el saber —ser consciente— y el querer no es suficiente para tomar una buena decisión. Debemos ser conscientes de nuestros pensamientos y acciones.
Solo aquellos que tienen las virtudes para hacer el bien son capaces de seguir su conciencia. Es decir, la persona que además de saber qué es el bien, tiene la fuerza para actuar en consecuencia.